La actitud en los conflictos
El conflicto no se origina solo por el choque de intereses. El hombre es un ser emocional, con distintos puntos de vista que le permite interpretar la realidad en base a factores sociales, biológicos y psicológicos. Entender lo que ocurre a nuestro alrededor supone hacerlo desde nuestra experiencia, desde nuestra educación. Ese proceso personal crea valores que los damos por verdaderos, sobrevalorando así nuestras propias ideas. Damos más importancia a nuestras propias conclusiones, a nuestro punto de vista porque lo generamos nosotros. En el momento en que nuestras convicciones se encuentran frente a las de los demás, si no coinciden, experimentamos un sentimiento de hostilidad que se agrava según el nivel de implicación emocional. Al no percibir el conflicto racionalmente, legitimamos nuestras propias creencias y las reforzamos adaptando la realidad a nuestro punto de vista. Esta reacción se expresa en conductas agresivas, bien verbales o no verbales, que dificultan más una posible solución.
Las emociones tienen un papel muy importante en los conflictos y el saber manejarlas supone el éxito o el fracaso de una mediación. Bush y Folger se centran fundamentalmente en este aspecto porque un cambio en la actitud de una persona beneficia a ella misma y a los demás. El mediador, como catalizador, debe procurar que las partes pasen por un proceso de transformación que les permita ver el conflicto como una oportunidad personal de madurar y afrontar los retos de la vida. Solo se puede llegar a un acuerdo si se controlan las emociones, permitiendo la autocrítica y la reflexión de nosotros mismos y los demás. No se trata de fracaso en la forma de percibir la realidad, sino de saber mirar nuestro entorno sin prejuicios e intentar comprenderlo. El reconocer que otra persona expresa cosas coherentes no quiere decir que renunciemos a nuestras convicciones, significa que si somos capaces de comprender, los demás también nos comprenderán. Aceptar esto supone que nos legitimen, nos acepten como interlocutores válidos para llegar a un entendimiento. Solo de esta forma la espiral del conflicto desaparece y la solución llega por sí misma.